Las Siete Edades de Eurasia Occidental
Un breve resumen de los 11.700 años desde los Agricultores Anatolios hasta el presente
traducción de @_tinsinho
En el principio fue el frío. Los glaciares cubrían la mayor parte de Norteamérica y del norte de Europa y Rusia. El nivel del mar era 120 metros más bajo que hoy, lo que dejaba abiertas a la vida terrestre vastas extensiones de tierras, hoy anegadas. El desierto del Sahara era aún más extenso entonces que en la actualidad. En todo el mundo, la mayor parte de la humanidad vivía en tierras bajas costeras o ribereñas, aprovechando la riqueza nutritiva que fluía a ellos desde del agua.
Las razas del hombre de la Edad de Hielo eran más diversas que las actuales. Aunque la última expansión fuera de África hacia el 70.000 a.C. había absorbido o exterminado a todos los demás homínidos de Eurasia, todavía no se habían producido los grandes procesos de mestizaje provocados por los estados agrícolas, las tribus metalúrgicas y el transporte sobre ruedas. Las sociedades prosperaron no gracias a una intensa especialización que permitiera explotar una amplia gama de nichos ecológicos, sino gracias a la explotación de ecologías específicas ajenas a sus vecinos y rivales. Los pescadores, los silvicultores o los cazadores de caza mayor quizás se matasen unos a otros en la batalla; pero sin conocer el anzuelo, las plantas comestibles del bosque o el comportamiento de la megafauna, poco podían hacer para apoderarse de los hogares de sus contrarios. De hecho, ciertas ecologías de África pueden haber servido de reducto a los últimos homínidos no humanos incluso después del final de la Edad de Hielo. Los hombres evolucionaban separados, como lo habían hecho muchas veces antes.
Sin duda, muchos hombres de la Edad de Hielo soñaban con la civilización, entendida entonces quizá como una vida ordenada con fuentes predecibles y fiables de alimentos y agua. Algunos intentaron crear la civilización en la última Edad de Hielo. Un megalito submarino frente a la costa de Sicilia y un poblado paleolítico en Palestina son señales de esos intentos fallidos hace más de veinte mil años. Sin duda habrá más en las tierras anegadas, que con el tiempo tendrá que encontrar la exploración submarina. El clima más frío, escaso e impredecible los condenó a todos.
Aunque la incertidumbre de la vida humana en la Edad de Hielo pudiera parecer una maldición, en cierto sentido fue todo lo contrario. El hombre era más alto de lo que volvería a ser hasta la modernidad, y probablemente también más inteligente. La población humana del mundo era de sólo unos pocos millones, por lo que había caza más que de sobra. Aunque su vida era violenta, brutal y corta, estaba bien nutrida. Y así como ciertas pruebas indican que la selección genética para la resistencia a las enfermedades se produjo sobre todo después del 2.500 a.C., también indicarían que antes de esta fecha los azotes epidémicos debieron ser menos severos para el hombre.
El final de la última Edad de Hielo coincidió con el auge de los natufienses. Los natufienses eran cazadores-recolectores del Levante que recolectaban cereales silvestres para complementar su dieta: un paso importante de cara a la vida sedentaria y la civilización. El Levante se había convertido en una encrucijada para el norte de África, Europa y Asia hacia el final de la última Edad de Hielo. Los antepasados de los natufienses interactuaban con pueblos tan al este como Tayikistán, tan al oeste como Marruecos y tan al norte como Grecia. Esos contactos de la Edad de Hielo dejaron poco impacto genético hacia el este y el norte, si acaso alguno: las conexiones genéticas entre los natufienses y los pueblos del norte de África siguen siendo objeto de debate. Todo apunta a que estos contactos, aunque dejaron influencias culturales duraderas, fueron indirectos y efímeros.
Los censos más tempranos datan de la Edad del Bronce, lo que complica las estimaciones demográficas para esta época. Arqueólogos, genetistas y paleobotanistas han llegado a desarrollar algunos métodos para estimar los tamaños relativos de población prehistórica. Uno de ellos es la suma de probabilidades de radiocarbono calibrado, que se basa en la idea de que el número de yacimientos arqueológicos identificados y datados puede ser usado como indicativo del tamaño de poblaciones del pasado en regiones bien estudiadas. Aunque ampliamente criticado por múltiples razones, representa con todo un acercamiento útil que puede ser a veces corroborado por otros métodos.
Según el citado método, la población natufiense habría crecido gradualmente en los 2.000 años posteriores al final de la última Edad de Hielo (entre 12.800 y 10.700 a.C.), al igual que la población del resto de Oriente Próximo. El período del Dryas Reciente (10.900 a 9.700 a.C.) dio paso a unas condiciones climáticas más frías que provocaron un descenso de la población en gran parte del mundo. El Levante fue una excepción. Su población, la de los natufienses, se multiplicó por cinco durante ese periodo de unos 1.200 años debido a su exitosa explotación de los cereales silvestres, que ampliaron sus fuentes de alimentos. Parte del éxito natufiense se debió a la moderación del cambio climático en el Levante. En otros lugares, los pueblos que, habiendo adoptado cambios culturales similares hacia la recolección intensiva de cereales o la agricultura propiamente dicha en el período comprendido entre la Edad de Hielo y el Younger Dryas, perecieron en el frío renovado o retornaron a la caza y la recolección. Esas casi civilizaciones del 12.800 al 10.700 a.C., como la de las llanuras de Horton en Sri Lanka, sólo se conocen vagamente a través de la palinología.
Fue al final del Dryas Reciente, alrededor del 9700 a.C., cuando la llama de la civilización se reavivó con éxito. Parpadeó y se apagó en varios momentos a lo largo de los 11.700 años siguientes, pero nunca se extinguió del todo, como había ocurrido en la Edad de Hielo. De hecho, los periodos más oscuros de las últimas eras son más brillantes que los periodos más luminosos de las primeras. Las fuerzas del Progreso podían ser frenadas o destruidas en grandes partes de Eurasia occidental, pero siempre sobrevivían en algún lugar para extenderse de nuevo. En la Edad de Hielo las zonas que podían sustentar la agricultura eran bastante limitadas, de modo que cuando una civilización sucumbía era improbable que su memoria y su legado sobrevivieran en la estéril periferia. En el Holoceno (los últimos 11.700 años que han seguido al período frío del Dryas Reciente), el clima más cálido ha permitido que la periferia de la civilización sea lo suficientemente amplia como para proporcionar refugios desde los que pueda restablecerse de nuevo.
La Primera Edad de la civilización en Eurasia occidental duró desde el final del Dyras Reciente en 9700 a.C. hasta la Primera Caída en 8300 a.C. También se conoce como el Neolítico Precerámico A. La población del norte del Levante quizá se duplicó en los dos siglos inmediatamente posteriores al final del Dryas Reciente. El clima más cálido, húmedo y uniforme incrementó la biomasa vegetal en la región, igual que en todas partes. La mayor población permitió la construcción de lugares rituales como Göbekli Tepe y ciudades fortificadas con miles de habitantes, como Jericó.
La vida en la Primera Edad seguía siendo dura a pesar de la mejora de las condiciones climáticas. El trigo y la cebada silvestres se quiebran al madurar, esparciendo sus semillas por todas partes. Para los agricultores, eso es bastante indeseable: quieren que las semillas permanezcan en la planta al llegar a la madurez para poder cosecharlas y comerlas. A principios del décimo milenio a.C., sólo entre una cuarta y una quinta parte del trigo silvestre cosechado no se rompía al madurar. Al final del milenio, sólo una vigésima parte de la cebada cosechada no lo hacía. Los agricultores, intencionada y accidentalmente, seleccionaban raquis más duros en los cereales para evitar que se quebrasen, pero su proyecto tardaría miles de años en hacerse realidad. Aunque los agricultores de la Primera Edad podían obtener más calorías por unidad de superficie que sus predecesores cazadores-recolectores, el rendimiento de sus cosechas seguía siendo considerablemente inferior al de sus sucesores.
En la Primera Edad, el desarrollo de los cultivos se hizo en paralelo y no en cadena. En todo el Creciente Fértil, los hombres experimentaban con la domesticación de plantas silvestres. Los pueblos de Anatolia, el Cáucaso y los Zagros no se vieron superados por los agricultores del sur o el oeste en la Primera Edad. Sus estilos de vida siguieron permitiéndoles resistir en sus tierras natales y seguir sus propios caminos de progreso en la Primera Edad.
La Primera Caída en esta secuencia de la civilización eurasiática occidental se produjo alrededor del siglo 8300 a.C. La población del Levante septentrional y de la alta Mesopotamia sufrió un rápido declive que coincidió con un repentino descenso de las temperaturas y la domesticación del ganado. Numerosos yacimientos quedaron totalmente despoblados. La población de la región seguiría siendo baja durante los ocho siglos siguientes, quizá debido a que los campos que antes se utilizaban para granjas se convirtieron en pastizales para el ganado. El potencial productivo de la tierra en calorías consumibles por el hombre era ya entonces mucho mayor en la destinada al cultivo que en pasto para ganado. El cambio en la fuente de alimentos redujo pues la capacidad de carga de la región, que no llegaría a recuperarse sino hasta alrededor del 7000 a.C.
La Segunda Edad duró desde la Primera Caída en el 8300 a.C. hasta la Segunda Caída en el 6200 a.C. También se conoce como el Neolítico Precerámico B. Aunque la civilización se había derrumbado ante el enfriamiento climático en el norte del Levante y en la alta Mesopotamia, volvió a resistir en el sur del Levante. Allí, el aumento del rendimiento de los cultivos en el IX milenio a.C. permitió el crecimiento de la población. A mediados del IX milenio, alrededor del 60% de los hallazgos de trigo silvestre en el Levante meridional no tenían el raquis destrozado, lo que garantizaba que los agricultores obtuvieran más alimentos por unidad de superficie que sus antepasados mil años atrás. Como resultado, terminó el largo periodo de estancamiento del 9500 al 8600 a.C. en el Levante meridional. La población de la región, como mínimo, se duplicó en ese intervalo, y llegó a multiplicarse por diez en los 1.000 años siguientes, para volver a disminuir después del 7500 a.C.
La adopción relativamente tardía de la domesticación de animales también permitió probablemente a los levantinos del sur resistir la Primera Caída. Los hallazgos de ganado vacuno, ovino y caprino no aparecen en el Levante meridional hasta después del 8000 a.C. Mientras que los agricultores son sedentarios por naturaleza, los pastores de animales suelen ser móviles. Las estructuras sociales que los unen son muy diferentes de las de los agricultores, y han causado conflictos recurrentes a lo largo de la historia del hombre. Fue debido a que los levantinos del sur del IX milenio a.C. carecían de una clase de pastores, que tal conflicto nunca llegó a producirse entre ellos, no conociendo ninguna alternativa al estilo de vida agrícola sedentario. Se vieron obligados a mejorar su modo de vida agrícola, y así lo hicieron. De modo que resistieron... durante un tiempo.
Hacia el norte y al este, en la periferia de la civilización, los hombres de la Segunda Edad experimentaron con la domesticación de animales para complementar sus cosechas, que sólo mejoraban lentamente. Los pueblos del Levante septentrional y la alta Mesopotamia habían comenzado a domesticar ganado vacuno y cerdos ya hacia el 8500 a.C., hasta el colapso final de sus sociedades sedentarias. El ganado vacuno se difundió hacia el este de Anatolia en pocos siglos. La domesticación de la cabra fue considerablemente más generalizada. Las ovejas comenzaron a domesticarse en el centro de Anatolia entre mediados y finales del IX milenio a.C. Hacia el 7500 a.C., casi toda la carne de esta región se obtenía de ovejas pastoreadas, en detrimento de la caza. El pastoreo de cabras se desarrolló en los montes Zagros a comienzos del VIII milenio a.C., pasando a complementar el cultivo de cebada de la población local.
La Segunda Edad vio la primera tentativa de difusión de la civilización de Eurasia occidental más allá del Creciente Fértil. Los pueblos de los Zagros habían tenido vínculos con los del sur del Caspio y el noroeste del subcontinente indio por miles de años. El sur del Caspio adoptó el estilo de vida neolítico de pastoreo de cabras y agricultura bajo influencia e los pueblos de los Zagros a comienzos del VIII milenio a.C. Separado por el desierto del Thar, el noroeste del subcontinente indio había seguido su propia senda de desarrollo desde las profundidades de la última Edad de Hielo. Sus contactos con el oeste difundieron cultivos y animales domésticos, así como artículos comerciales de lujo desde finales del VIII milenio a.C. o comienzos del VII. Al mismo tiempo, los agricultores de Anatolia hacían sus primeros tanteos hacia Grecia y los Balcanes.
Pero la domesticación de animales tuvo un precio. Las vacas pueden ser portadoras de tuberculosis, y quizás la contagiaron a su primera víctima humana en la Segunda Edad. Los cerdos, en particular, pueden transmitir decenas de enfermedades a los humanos: entre ellas, leptospirosis, toxoplasmosis, brucelosis, tularemia, triquinelosis, gripe porcina, salmonela y hepatitis. Mas a largo plazo fueron beneficiosos. Las personas inmunes o resistentes a las enfermedades sobrevivieron para reproducirse mientras que las demás no lo hicieron. Con el tiempo, esto dio una ventaja decisiva a los agricultores sobre los recolectores en las siguientes edades.
La mayoría de los asentamientos en la Primera y Segunda Edad no tenían infraestructura hidráulica. Todo más, parece, cercamientos de wadis en asentamientos desérticos, que permitían que la poca agua de lluvia saturase la tierra antes de que se evaporase. El agua de lluvia era aprovechada según llegaba, haciendo que las sociedades sedentarias fuesen muy vulnerables a periodos de sequía. Incluso el puñado de pozos documentados en la Primera y Segunda Edad parecen haber servido para sacrificios humanos y animales, más que para extraer agua subterránea.
La Segunda Edad acabó en una serie de cataclismos hacia el 6200 a.C. El puente de tierra de Doggerland, que conectaba Gran Bretaña con Europa, fue anegado por un tsunami y el nivel del mar creció en las siguientes décadas. El Danubio se desbordó, devastando las poblaciones de cazadores-recolectores que habían bloqueado el avance de los agricultores anatolios hacia Europa. En África, las sabanas del Sahara central se transformaron en un desierto, forzando a sus moradores a dispersarse o morir de hambre.
El cataclismo condujo a migraciones de pueblos. Así como la Primera y la Segunda Edad habían sido intesamente xenófobas, en la Tercera Edad se produjeron repetidos episodios de mestizaje tanto en el mundo civilizado como en el incivilizado. El viejo orden en el Cáucaso sur fue roto, y los pueblos caucásicos tanto del este como del oeste se mezclaron, forjando nuevos pueblos.
La Tercera Edad, también conocida como el Neolítico Cerámico, duró desde los cataclismos del 6200 a.C. hasta la difusión de la metalurgia del cobre y el resurgimiento de los cazadores-recolectores del 4400 a.C. Destaca sobre todo por la difusión de la producción y uso de la cerámica, un elemento de la cultura material que sobrevive mucho más fácilmente que otros. La mejora de los cultivos (casi todas las variedades domesticadas de trigo y cebada ya no se quebraban hacia el 6200 a.C.), la devastación de los cataclismos, y quizás las enfermedades portadas por animales frenaron la expansión de los agricultores. En las primeras dos edades, cazadores-recolectores de diversas razas en África, Europa y Asia se las habían arreglado para resistir frente a los agricultores. Lo siguieron haciendo en la Tercera Edad. Agricultores del Levante meridional alcanzaron Egipto hacia el 6000 a.C. Por las mismas fechas, agricultores de Irán y del sur del Caspio desarrollaban la cultura Jeitun en el actual Turkemistán; y grupos pastoriles relacionados con ellos alcanzaban el actual Kirguistán no mucho después. Las conexiones entre Asia central y el subcontinente indio continuaron en la Tercera Edad, con Baluchistán adoptando una industria de sílex de influencia Jeitun, y continuando el comercio de productos suntuarios hasta tan al oeste como Irán.
En Europa, las avanzadillas de agricultores anatólicos se mezclaron con los cazadores-recolectores locales en los Balcanes antes de ser absorbidos por las masas que les siguieron. Sus descendientes, los agricultores europeos tempranos (EEF por sus siglas en inglés) se dividieron en dos ramas. La primera, la de la cerámica de bandas, fue intensamente xenófoba y migró hacia Rumanía, Ucrania, Hungría y el sur de Alemania y Polonia durante los siguientes mil años. La otra rama, la de la cerámica cardial, se inclinaba más a mezclarse con los cazadores-recolectores locales (aun sin dejar de ser bastante violentamente xenófoba) y avanzó a lo largo de las costas del Adriático y Mediterráneo. La cerámica cardial llegó a Portugal hacia el 5600 a.C.
Los agricultores europeos tempranos, como los del Próximo Oriente, Asia central e India, sólo eran capaces de explotar unos ambientes ecológicos limitados. Los agricultores de la cerámica e bandas, por ejemplo, se asentaron casi exclusivamenteen áreas con suelos de tipo loess. El resultado fue que los cazadores-recolectores fueron capaces de sobrevivir o incluso prosperar en la periferia, especialmente en ciertas áreas costeras con abundante pesca.
La Tercera Edad vio notables avances en infraestructura hidráulica. La irrigación comenzó a ser utilizada a gran escala, y se construyeron terrazas para mejorar su eficacia. La civilización había avanzado hasta el punto en el cual la inversión en la tierra permitía una mayor producción de riqueza y comida, y con ello mayor población.
La metalurgia comenzó en la Tercera Edad, apareciendo herramientas de cobre tan pronto como hacia el 6000 a.C. Sin embargo, no llegó a difundirse demasiado hasta mediados y finales del V milenio a.C., unos 1500 años después.
Las sociedades de los agricultores europeos tempranos llegaron a su apogeo hacia el 5000 a.C. Incapaces o desinteresados de colonizar nuevas tierras, se volvieron unos contra otros, convirtiéndose en una de las sociedades más violentas de la historia. Sus masacres prehistóricas, sólo igualadas en crueldad histórica por los aztecas, no fueron suficientes para mantener su población en números sostenibles. Así que sus vidas acabaron siendo tan insalubres que evolucionaron para ser más bajos.
Al contrario que la Primera y Segunda caídas del 8300 y 6200 a.C., no hay una fuente climática obvia para la Tercera Caída del 4400 a.C. Pudo ser que la difusión de la metalurgia del cobre integrase a los anteriormente aislados cazadores-recolectores que habitaban la periferia del mundo de los agricultores, con efectos disruptivos. Sea como fuere, es claro que la historia estaba en marcha. A lo largo de la práctica totalidad de la Europa ocupada por los agricultores, los cazadores-recolectores locales que vivían en la periferia los conquistaron y se erigieron como nuevos gobernantes. Los cazadores-recolectores aportaron como mucho de un 15 a un 40% de la impronta genética de los agricultores europeos posteriores en los siglos que siguieron a la conquista, pero reemplazaron rotundamente sus linajes masculinos. Sólo en Croacia resistieron los viejos gobernantes, quizás debido a que no había cazadores-recolectores locales para conquistarlos. Hacia el nordeste, el pueblo de la cerámica del peine de lo que es hoy el norte de Rusia invadió el Báltico, reemplazando quizá la mitad de la población. En Grecia, los agricultores europeos tempranos fueron conquistados no por cazadores-recolectores, sino por una nueva oleada de migrantes anatólicos a través del mar Egeo.
La palabra conquista es quizá demasiado simple para describir estos eventos. En efecto, lo que parece haber sucedido en el noroeste Europeo es que los cazadores-recolectores locales conquistaron un puñado de grupos de agricultores, sintetizaron una nueva cultura capaz de explotar una mayor gama de ecologías (esto es, más que sólo suelos de tipo loess), y entonces crecieron exponencialmente mientras sus vecinos agrícolas más conservadores quedaban estancados. Crecimientos demográficos exponenciales como el sugerido se han visto en la historia reciente, como los afrikaners que crecieron de 6000 efectivos en 1754 a 27000 en 1806 y hasta 1,1 millones en 1936, a pesar de escasa inmigración. En la Prehistoria, síntesis culturales como la formada por el resurgimiento de los cazadores-recolectores hacia el 4400 a.C. en Europa permitieron acceder a fuentes completamente nuevas de alimento, haciendo que las sociedades creciesen mucho más que las de sus conservadores ancestros.
La Cuarta Edad duró desde el resurgimiento de los cazadores-recolectores del 4400 a.C. hasta el comienzo de la tercera oleada de conquistas indoeuropeas en el 3000 a.C. Los primeros 800 años de la Cuarta Edad fueron una edad de oro que, al menos en Europa, no fue superada hasta la Sexta Edad. La ausencia de la rueda y la vela limitó lo suficiente la rapidez de los intercambios para evitar la unificación del pool patogénico de Eurasia. Como resultado, las epidemias eran menos comunes, y cuando aparecían se mantenían en la región de origen antes que expandirse para devastar todo el mundo, como acontecería más adelante.
La síntesis de agricultores y cazadores-recolectores condujo a la extinción de muchos de los pueblos periféricos. En Francia, la homogeneización entre el norte y el sur, así como la colonización a gran escala de Gran Bretaña, son indicadores de la creación de estados al final del V milenio a.C. Los últimos cazadores-recolectores en Francia parecen haber sido absorbidos hacia el sigo XXXIX a.C. Asimismo, los cazadores-recolectores del Cáucaso o bien se extinguieron, o se asentaron, o fueron absorbidos en la Cuarta Edad. El futuro del Cáucaso fueron las fortificaciones, no el forrajeo.
Los agricultores de la cerámica cardial presionaron hacia el noroeste de África durante la última parte de la Tercera Edad. Tras fracasos iniciales, acabaron mezclándose con los locales (casi puros descendientes de los iberomaurisienses). Una rama de la síntesis resultante se tornó al pastoralismo, difundiendo a través del Sahara Verde la cultura tenereana, y finalmente la cultura Leiterband en lo que es hoy Sudán occidental y Chad oriental hacia el 3700 a.C. Con el tiempo, sus descendientes migrarían al norte de Nigeria, dando lugar a los Hausa.
La Cuarta Edad vería el fatídico fracaso de dos frentes de civilización para conquistar la estepa occidental. Los agricultores de la cultura Cucuteni-Tripolye también experimentaron el resurgimiento de los cazadores-recolectores, y desde su patria originaria en el valle del Dniester avanzaron por la estepa hacia el Dnieper. Algunas de sus ciudades acogían a decenas de miles de habitantes. A lo largo del Mar Negro, la también agrícola cultura Maykop emergía en el Cáucaso norte alrededor el 3700 a.C
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Así como los agricultores tempranos carecían de la capacidad técnica para cultivar la estepa occidental (lo que es hoy Ucrania y el sur de Rusia), los agricultores de la Cuarta Edad fueron incapaces de conquistar sus habitantes. Los indoeuropeos de comienzos del IV milenio a.C. eran habilidosos guerreros, capaces de conquistar partes de la llanura costera de la actual Rumanía a pesar de su primitiva forma de vida. Aunque la cultura Cucuteni-Tripolye fue capaz de resistir sus tácticas por un tiempo (parece que esclavizaron indoeuropeos en varios puntos del IV milenio a.C.), su éxito no había de durar mucho.
Los indoeuropeos cambiaron su forma de vida hacia el siglo XXXIV a.C. Mientras que anteriormente habían permanecido cerca de los ríos, ahora se involucraron en una mayor producción láctea. Yeguas y vacas pastaban en la estepa, luego eran ordeñadas. Esta leche era finalmente transformada en diversos productos lácteos. Lo que había sido un pueblo marginal en una tierra fría e inhóspita se transformó rápidamente en una creciente amenaza para sus vecinos. Nunca más la estepa sería un desierto para los indoeuropeos: sería un pastizal, y pronto una vía de tránsito.
La rueda fue inventada a mediados del IV milenio a.C., y se difundió tan rápido a través del Cáucaso, el Próximo Oriente y Europa, que es imposible conocer su lugar de origen. Asimismo la vela se atestigua por primera vez a mediados del mismo milenio, en el Egipto predinástico.
La rueda y la vela revolucionaron el transporte, para bien y para mal. El comercio se volvió mucho más barato y los mercados se abrieron. Como resultado, los asentamientos de las tierras bajas de Asia central incrementaron su población. Con carros, la población local podía transportar sus productos hasta los centros comerciales para venderlos. Allí, se mezclaron para dar lugar a lo que se conoce hoy como el complejo arqueológico de Bactria-Margiana.
Algunos de los pueblos alrededor del Mar Negro se beneficiaron sobremanera de los avances de la navegación a vela hacia finales del IV milenio a.C. Se comerciaba con productos metalúrgicos de lo que es hoy Turquía septentrional y Bulgaria oriental, y los cacharros de Maykop del Cáucaso Norte eran transportados a lo que es hoy el sudeste de Ucrania. Las similitudes en el diseño de estelas de piedra en Toscana, Troya y Crimea sugieren contactos culturales más allá de los meramente comerciales.
Aunque existían el comercio pacífico y los intercambios culturales, había también tremenda violencia. Hacia el 3200 a.C., gente de la costa anatólica del mar Negro invadió Grecia por mar, reemplazando un tercio de su población; y sus descendientes en Creta dieron lugar a los famosos minoicos. En el noroeste, salteadores marinos de las islas Orcadas, frente a Escocia, devastaron las costas de Gran Bretaña antes de establecerse en asentamientos costeros, difundiendo la cultura de la cerámica acanalada (Grooved Ware) y presionando desde entonces hacia el interior. Las primeras dos oleadas de invasores indoeuropeos en Europa penetraron en los Balcanes, creando las culturas de Suvorovo y Usatovo (respectivamente, principios y finales del IV milenio a.C.).
Las devastadoras invasiones marítimas de las culturas minoica y de la cerámica acanalada fueron sólo parte de una tendencia general de declive del IV milenio a.C. tardío. Un clima más frío y húmedo desde 3600-3100 a.C. causó una decadencia agrícola, en parte debido a la transición forzada del trigo, más productiv, a la robusta pero menos provechosa cebada. Algunos agricultores abandonaron por completo el cultivo de cereales y adoptaron una forma de vida basada en las avellanas y el ganado. La vieja estructura política basada en la agricultura sedentaria del trigo se dejó atrás, dando comienzo una era de declive demográfico y violencia endémica.
Los seis siglos de decadencia de la Europa agricultora al final de la Cuarta Edad ofrecieron una oportunidad a las fuerzas ascendentes de la Quinta Edad. En Escandinavia, los cazadores-recolectores locales expulsaron a los agricultores de Suecia y avanzaron gradualmente hacia el sur, adentrándose en el continente europeo. Mas serían los indoeuropeos quienes en verdad tomarían ventaja de la Vieja Europa.
Aparentemente unidos bajo algún terrible señor de la guerra en el siglo XXX a.C., los indoeuropeos arrasaron Europa con ejércitos infantería montada abastecida con carros. Las culturas de Cucuteni-Tripolye y de la cerámica de los vasos de embudo fueron exterminadas en una serie de guerras que duraron menos de dos siglos. Con la ayuda de sus aliados o súbditos de la cultura de las ánforas globulares, los indoeuropeos dieron fin a la civilización desde el Dnieper hasta el Rin. La nueva cultura, la Cerámica Cordada, tendría una impronta en un 70% indoeuropea y un 30% de las ánforas globulares, aunque esto varió según la tribu y la clase.
La Historia volvía a estar en marcha. Egipto fue unificado en el siglo anterior a la grande y terrible tercera oleada de conquistas indoeuropeas. Sumer emergió de la oscuridad para convertirse en la más famosa de las civilizaciones tempranas gracias a su escritura cuneiforme. La civilización de valle del Indo, que en buena medida se había librado de los rigores del IV milenio a.C. gracias a su clima privilegiado, alcanzó cotas aún mayores con grandes ciudades fortificadas y planificadas, y nuevas rutas marítimas con Mesopotamia. El resistente bronce sustituía al flácido cobre como metal de preferencia.
La cultura del vaso campaniforme fue en origen una civilizada cultura ibérica, pero influyó fuertemente a los indeuropeos de más allá del Rin y del Danubio. Habiendo adoptado la navegación y la agricultura, el crecimiento de población resultante condujo a un renovado auge de conquistas indoeuropeos hacia mediados y finales del III milenio a.C. Los agricultores europeos tempranos de Gran Bretaña e Irlanda fueron prácticamente exterminados, en un proceso del que sólo las islas Orcadas permanecieron indemnes. Con el tiempo, las gentes de las Orcadas habían de ingresar en el mundo indoeuropeo, aunque bajo sus propios términos. Mas Francia, Gran Bretaña, los Balcanes e Iberia fueron arrollados para el final del milenio.
Refugiados indoeuropeos de la cultura de las catacumbas, escapando de su derrota en manos de los ancestros de los eslavos e iranios en lo que hoy es Ucrania, invadieron Grecia y el Cáucaso sur. Estos refugiados habían de difundir su lengua hacia sus nuevos vecinos (Grecia) y súbditos (Armenia), formando los griegos y los armenios. Los pueblos de Grecia y del Cáucaso eran más sofisticados que los de Europa septentrional y occidental, por lo que las invasiones no tuvieron aquí las mismas connotaciones apocalípticas.
Aunque la civilización del vale del Indo sufrió un devastador estallido de actividad bélica en algún momento entre el 2800 y el 2600 a.C., se recuperó y avanzó hasta incluso cotas más altas en las siguientes cuatro o seis centurias. Como sus coetáneos minoicos, la civilización del valle del Indo se preocupó sobremanera por el saneamiento urbano. Incluso sus asentamientos más pequeños eran equipados con desagües, que quizás redujeron el riesgo de brotes de salmonella como los que irrumpieron con gran violencia en el Mediterráneo hacia el 2200 a.C. Sin embargo, la crisis del 2200 a.C. también afectó a la India, conduciendo a una migración hacia el sur que posiblemente significó la llegada de los hablantes de lenguas dravídicas a Karnataka.
El cambio climático causó caos en todo el mundo hacia el 2200 a.C., pero no acabó con la Edad del Bronce. Al contrario, los avances metalúrgicos, llevados a cabo por pueblos periféricos como los ancestros de los actuales urálicos, continuaron a lo largo del II milenio a.C., acompañados por un medrado comercio internacional, que a su vez dio paso a nuevos procesos de conquistas: ahora por minas más que por tierras de labor y pasto.
El colapso de la Edad del Bronce del 1200 a.C. estuvo inicialmente causado por sequías en el Próximo Oriente y este de África. Los estados que se libraron de la sequía se vieron sin embargo terriblemente afectados, posiblemente porque obtenían una significativa parte de sus ingresos de peajes más que de impuestos sobre la tierra o capitación. La globalización de la Edad del Bronce había difundido muchos avances a lo largo de Eurasia, pero asimismo hizo que las sociedades viesen ligados sus destinos.
Portando avanzadas armas de bronce, los fino-ugrios cruzaron los montes urales y conquistaron los bosques al norte de la Rusia europea, hasta el Báltico y Finlandia. Los germanos navegaron hacia el sur desde Suecia, alcanzando las costas bálticas de las actuales Alemania y Polonia. Los semitas cruzaron el mar Rojo desde Yemen hacia Eritrea y Etiopía, destruyendo los reinos pigmeos de los que sólo queda una difusa memoria en los registros egipcios. Los arios, que ya dominaban las ruinas de la civilización del valle del Indo, se expandieron hacia el resto de la llanura indo-gangética. Los griegos, que constituían el núcleo de los pueblos del mar, saquearon todo el este del Mediterráneo.
Algunos pueblos, como los griegos, recordaban tenuemente la Edad del Bronce (la Ilíada y la Odisea se refieren a eventos que ocurrieron entre el siglo XV y el XII a.C.), pero la desmemoria romana e irania fue más común. La Quinta Caída, el colapso de la Edad del Bronce, derrumbó la civilización y la memoria. La fragmentación resultante fue tan completa que incluso la difusión de enfermedades se frenó de forma dramática. Cepas de hepatitis anteriormente extendidas desaparecieron, volviendo a brotar sólo después del 800 a.C., cuando los contactos internacionales volvieron a hacerse frecuentes.
La Sexta Edad duró desde el 800 a.C. hasta el 800 d.C. Es la llamada Edad del Hierro, la Edad Clásica y, en sus partes finales, la Tardoantigüedad. Se la documenta considerablemente mejor que la Quinta Edad debido a su menor duración, así como por la resistencia de la civilización incluso después de la caída de Roma.
La difusión del trabajo del hierro causó tremendos cambios sociales. Como el estaño que se requería para fabricar bronce era muy caro, la Quinta Edad (del Bronce) estuvo dominada por elitistas clases guerreras, primero como infantería montada, luego como aurigas de carros. El hierro es mucho más común que el estaño, y permitió armar y acorazar soldados de forma mucho más barata. Se difundieron así ideologías y estructuras políticas y económicas que favorecían la creación de ejércitos masivos de infantería, mientras que las favorables a las pequeñas élites guerreras declinaban.
Roma, en su período republicano, era el centro de una amplia red de alianzas en Italia central. En vez de pagar tributos a Roma, los aliados eran obligados a proporcionarle soldados en tiempo de guerra. Los aliados mantenían sus propios sistemas de gobierno locales con escasa interferencia por parte de Roma. Así, la propia estructura del súper-estado romano favorecía el militarismo. Combatir codo con codo creaba nuevas amistades y enseñaba a los camaradas sus afinidades frente a los enemigos celtas, griegos, íberos, germanos o semitas. La paz traía de vuelta las comunes disputas sobre leyes y riquezas, clase contra clase y aliado contra aliado.
La estructura política de los romanos les dio ventaja sobre sus vecinos, que organizaban sus ejércitos sobre la base del mercenariado (como Cartago) o ligas de ciudades-estado que dependían del tributo y de la afinidad ideológica (como Grecia). La primera opción era fuerte pero frágil, amenazada por la derrota o la ruina económica. La segunda era débil pero resistente: las derrotas apenas llevaban sino al cambio del líder de la liga a otra ciudad-estado, pero su habilidad para movilizar hombres y recursos era inferior al de Roma.
Hacia el norte, clima e hidrología hicieron que los germanos, bálticos o iranios de la estepa como los sármatas o los yázigas se convirtiesen en una gran amenaza para Roma. El Vístula, el Rin y el Elba fluyen de sur a norte, por lo que quien dominase las costas septentrionales controlaría el acceso de toda Alemania y Polonia al océano mundial. El clima frío del norte llevó a los germanos a depender del pastoreo tanto como de la agricultura. Así, su sociedad era móvil, e intensamente militarista debido a los interminables conflictos impulsados por el robo de ganado. Avanzando hacia el sur, los germanos conquistaron la mayor parte de Alemania, Polonia y Ucrania occidental hacia el siglo II a.C.
La Sexta Edad vio dramáticas mejoras en la ingeniería hidráulica. Los acueductos sumistraban cientos de millones de litros de auga cada día en Roma. Enormes presas de decenas de metros de alto fueron construidas para contener el agua que había de saciar la demanda de esta ciudad. Se usaban molinos de agua para moler grano y cortar madera. Los qanats se difundieron desde Irán a las regiones áridas vecinas, permitiendo que tierras anteriormente salvajes fuesen irrigadas y cultivadas.
La estructura política de Roma y Persia impidió su avance hacia la modernidad. La esclavitud favoreció un desarrollo económico más extractivo que productivo en vastas regiones del Imperio Romano. Además, las raíces republicanas de la estrutura imperial la dejaba con menos capacidad política que la de los estados europeos de la edad moderna temprana. Los procesos políticos internos del Imperio no llevaron a mejoras ni en la eficiencia burocrática ni en la participación pública, sino hacia el personalismo. Un general o político exitoso eran al fin y al cabo una mayor amenaza para el emperador que cualquiera de los estados vecinos. A un emperador romano, la lealtad importaba más que la competencia.
El Zoroastrianismo es muy anterior tanto al Cristianismo como al Islam, y su historia se desarrolló de forma muy distinta debido a sus estrechos vínculos con los estados persas. Ciro el Grande y Cambises II restringieron severamente la independencia de la clase sacerdotal zoroástrica. Esta relación entre la religión y el Estado se parece a la de la posterior Iglesia Ortodoxa y el Estado Ruso en el siglo XVIII. Como resultado, el Zoroastrianismo evolucionó para integrarse firmemente en las estructuras estatales. Prosperó y declinó con el Estado. Cuando Alejandro Magno conquistó el Imperio Persa, los zoroastrianos se sumieron en la oscuridad por siglos. Aunque el Zoroastrianismo había proporcionado legitimidad y orientación a la dinastía Aqueménida, no estaba bien integrado en las masas del pueblo, y poseía sólo una débil estructura independiente que pudiera regenerarlo. Cuando lo hizo, fue con la flamante dinastía sasánida bajo su nueva forma del Zurvanismo. De manera semejante, el Zurvanismo estaría estrechamente vinculado con el Estado, y trabajó con él para suprimir el Maniqueísmo, una religión ligada a estructuras locales e independientes, y que quizás habría permitido la pervivencia de una tradición religiosa irania indígena hasta el presente de haber reemplazado a los zurvanistas.
Por el contrario, Cristianismo e Islam desarrollaron estructuras independientes al Estado: el Cristianismo por haber evolucionado de un culto apocalíptico a una religión misionera secreta que sobrevivió a repetidas persecuciones estatales; el Islam, por la laxa estructura estatal de los califatos, que favoreció la existencia de varias estructuras de poder virtualmente independientes y en gran medida basadas en la tribu, generando oportunidades para los movimientos heterodoxos o reformistas islámicos. Tanto el Islam como el Cristianismo contaron con influyentes órdenes religiosas que eran financiadas ya por pequeños donantes o por las tierras que poseían, estimulando en ambos casos una estrecha integración de al menos una parte de las masas y las clases clericales. Si el Estado caía, como les ocurrió al Imperio Romano y al Califato Abasí, las estructuras religiosas podían resistir, e incluso prosperar.
La Sexta Caída vio un dramático declive demográfico en Eurasia occidetal y el colapso del Imperio Romano de Occidente, de la dinastía Gupta y el Irán sasánida. La muy diversa población urbana del Principado había declinado durante la crisis del siglo III, y fue en gran medida barrida durante la Caída de Roma. Sus sucesores fueron esencialmente los descendientes de los bárbaros y de los agricultores locales de los hinterlands urbanos, cuyos estilos de vida eran resistentes a los shocks económicos y políticos, al contrario que las poblaciones urbanas, que dependían del subsidio de cereales. Como prometiera Jesús, los mansos heredaron la tierra: los humildes eslavos en los Balcanes, los periféricos berberes en África noroccidental, los reductos vascos alrededor del golfo de Vizcaya, los celtas en Bretaña y Gales. En India, amplias extensiones del noroeste se vieron tan despobladas por los invasores hunos que los visitantes chinos, un siglo después, todavía comentaban su desolación.
El comienzo de la Séptima Edad (~800 d.C. hasta el presente) vería fragmentación política pero consolidación religiosa en el oeste de Eurasia. Estados feudales germanos, eslavos y latinos de la Cristiandad gobernaron Europa mientras que estados bereberes, iranios, túrquicos, caucásicos y árabes lo hicieron en la Casa del Islam. La favorable hidrología de Europa, sus densas fortificaciones, su áspera paridad militar y la cooperación internacional de clase del clero católico y la nobleza feudal espolearon la inversión de capital sobre la mano de obra a comienzos del siglo XIII: en particular, los molinos de agua llegaron a ser sumamente importantes. Por el contrario, las decisivas conquistas árabes en los siglos anteriores, así como las posteriores migraciones túrquicas en el Próximo Oriente favorecieron la inversión en esclavos sobre el capital: los pueblos del Cáucaso y África oriental eran militarmente inferiores a los esclavistas musulmanes, y la desfavorable hidrología del Próximo Oriente impidió la construcción de molinos de agua en muchas áreas. Además, las llanuras de inundación de Mesopotamia y Egipto eran focos de infección, favoreciendo todavía más a que las instituciones usaran esclavos, pues los hombres libres tendían a agruparse en áreas más salubres.
A pesar de las diferencias políticas y económicas, las innovaciones religiosas del Medievo fueron marcadamente similares en la Cristiandad y la Casa del Islam. Mártires, santos, vagabunos místicos y guerras santas animaron a los seguidores de ambos credos, y los guiaron hacia logros que todavía se admiran hoy.
Fue en los siglos XV y XVI cuando las religiones tomaron diferentes caminos. En el Cristianismo, la corrupción de la Iglesia Católica así como su alienación de las masas dejó paso a reformadores religiosos que, entre otras cosas, desaban predicar el Evangelio en lenguas vernáculas en vez de en latín. Nobles piadosos descontentos con la corrupción de su religión fueron seguidos por otros nobles que vieron oportunidades políticas y económicas. La Reforma resultante vio la Cristiandad dividida en términos sectarios, dando comienzo una serie de intensos conflictos que llevaron el proceso histórico a través de la movilización económica y militar. Aunque este proceso estuvo originalmente enraizado en los esfuerzos de apologetas religiosos para ganar las almas de las masas para la verdadera fe, finalmente evolucionó en formas estatales, ideológicas y nacionales. La expropiación de propiedades eclesiásticas permitió que estados protestantes más pequeños y menos poblados como Suecia e Inglaterra, movilizando una mayor parte de su economía, compitiesen con las fuerzas de estados católicos más grandes y poblados como España y Austria. La Pequeña Edad del Hielo forzó reformas incluso en estos estados católicos, con el absolutismo difundiéndose no por una base ideológica sino como precondición para la supervivencia del Estado. Los estados que fallaron a la hora de centralizar la autoridad y movilizar una mayor parte de sus recursos para los conflictos internacionales, como Polonia-Lituania, fueron desmembrados por aquéllos que sí lo hicieron, como Prusia, Rusia y, en el siglo XVIII, Austria.
Por el contrario, los Otomanos de Turquía y los Safávidas de Irán fueron levantados por guerreros a caballo más que por nobles sedentarios inclinados a apoyar a reformadores religiosos. Los pueblos nómadas y seminómadas túrquicos de Anatolia y la meseta de Irán eran pastores que ganaban su riqueza con razzias en busca de esclavos y ganado. La religión era una poderosa inspiración para estos jinetes, a quienes el fracaso significaba la muerte, ya fuera en la batalla o por el hambre. Como resultado, varias sectas heterodoxas islámicas posperaron entre los pueblos túrquicos del Próximo Oriente
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Aunque tanto los Safávidas como los Otomanos tenían orígenes heterodoxos, ambos siguieron sus propios caminos, directamente opuestos, hacia una nueva ortodoxia. Los Safávidas eran un estado revolucionario que basaba su legitimidad en la interpretacion del Islam chií traído a Irán por juristas árabes del Levante y abrazado por un fanático ejército tribal turco —los Qizilbash— que siguió a su mesiánico líder Ismail en una serie de exitosas campañas militares que acabaron unificando Irán. Los Otomanos, por el contrario, se esforzaron de forma implacable en erradicar el sentimiento pro-chií, temiendo lógicamente la subversión safávida de Anatolia, pero también deseando sinceramente aplastar una herejía que se extendía rápidamente. En su conquista de Egipto de 1517, los Otomanos se hicieron con la espada y el manto del profeta Mahoma, y se proclamaron los nuevos califas. Durante el siguiente siglo se esforzaron en apuntalar su legitimidad en la Casa del Islam, ganando apoyo con éxito en lugares tan lejanos como la India, Indonesia y Somalia.
El triunfo de los nómadas turcos en Irán y Turquía fue seguramente inevitable debido a la hidrología de estos países. Los bosques de Irán se localizan en la costa caspiana, separados el Océano mundial por dos cadenas montañosas, dificultando la construcción de flotas mercantiles o militares. Análogamente, los ríos de Turquía, aunque numerosos, no son por lo general navegables. Por lo tanto, en ambas regiones fueron las bestias más que los navíos quienes transportaron mercancías y hombres. En vez de constructores navales, fueron los criadores de ganado la clase que dominó los asuntos del transporte y del Estado. Las matemáticas y la enseñanza eran descuidadas, y las actividades de robo de ganado eran comunes. Mientras que ciertos estados europeos e indios fueron capaces de responder a las crisis creadas por la Pequeña Edad del Hielo en el siglo XVII a través de mejorar sus capacidades estatales, tanto lo Otomanos como los Safávidas cayeron en un prolongado declive. Su poder, aunque no quebrado, fue incapaz de reformarse o revitalizarse, allanando el camino para los catastróficos períodos de 1717-1828 en Irán y 1831-1922 en Turquía. Sin embargo, su envergadura y ausencia de amenazas en sus áreas nucleares les permitió sobrevivir como estados independientes. Los sangrientos procesos de evolución estatal en la India meridional y Europa estuvieron conducidos en parte por la extinción de estados.
Los avances en capacidad estatal, finanzas, organización militar y burocracia permitió a los estados europeos del siglo XVIII superar por fin en envergadura militar a sus homólogos de la edad clásica. Sin embargo, la burocratizacion y secularización rompió los vínculos que habían atado a gobernantes y súbditos. Los remanentes de los antiguos estados feudales fueron esenciales en la Revolución Francesa, y la apelación a las libertades inglesas animó en parte la guerra de independencia norteamericana. Las causas ideológicas y nacionales no eran algo nuevo a finales del siglo XVIII; lo que era nuevo era la escala a la que las sociedades podían ser movilizadas apelando a ellas. Las formas participativas de gobierno, que realmente nunca se habían extinguido, o sólo lo habían hecho recientemente, encontraron nuevo apoyo entre las masas que veían en ello una fórmula para avanzar en favor de su causa, opuesta al jerárquico gobierno burocrático.
La difusión de los cultivos del Nuevo Mundo junto a los avances en saneamiento generaron un tremendo boom en la población de Europa, que se duplicó de aproximadamente 150 millones a 300 en el siglo XIX. La mejora de la educación, el incremento de la riqueza y el abaratamiento de los medios impresos sirvieron en conjunto para incrementar la conciencia política. El carbón era explotado a larga escala para proporcionar a la Humanidad la energía que alimentó la industrialización. El viejo concepto del molino de agua no devino obsoleto: ganó más importancia que nunca al evolucionar a la turbina de vapor.
El colapso de los viejos imperios burocráticos en la Primera Guerra Mundial y el continuado crecimiento demográfico que amenazaba con el declive del nivel de vida resultó en el surgimiento de los estados totalitarios. La Unión Soviética y la Alemania nacionalsocialista, organizados en estrutucturas nacional-ideológicas y de partido, movilizaron una proporción de su sociedad para la guerra sólo parangonada por los mayores imperios nómadas como el de Gengis Khan. Fueron la culminación de un proceso de movilización económica y militar de cinco siglos, que había comenzado en el siglo XV. Los alemanes, japoneses y soviéticos no se dieron cuenta de que los avances en fertilizantes químicos, así como el descenso inducido de la natalidad habrían de disipar sus temores. En lugar de que la modernidad diese paso a una era de derramamiento de sangre sin precedentes, la industria de los fertilizantes y la Revolución Verde aseguraron un próspero comienzo del siglo XXI, aunque la capacidad del Estado parece haber disminuido a medida que la memoria de los estados totalitarios se aleja de la experiencia y se convierte en cultura.
¿Cómo acabará la Séptima Edad? El calentamiento global ofrece nuevos desafíos, mientras que los avances en biotecnología podrían liberar inadvertidamente enfermedades con efectos potencialmente devastadores para nuestra especie.
En resumen:
Primera Edad 9700-8300 a.C. - aparición sostenida de la agricultura.
Primera Caída 8300 a.C. - enfriamiento climático causa hambrunas.
Segunda Edad 8300-6200 a.C. - domesticación animal.
Segunda Caída 6200 a.C. - inundaciones alrededor del mundo.
Tercera Edad 6200-4400 a.C. - hidrología e irrigación, mestizaje en el Próximo Oriente.
Tercera Caída 4400 a.C. - resurgimiento de los cazadores-recolectores en Europa y norte de África.
Cuarta Edad 4400-3000 a.C. - cobre y urbanización.
Cuarta Caída 3000 a.C. - epidemias y conquistas indoeuropeas.
Quinta Edad 3000-1200 a.C. - bronce y globalización.
Quinta Caída 1200 a.C. - colapso de la Edad del Bronce.
Sexta Edad 800 a.C.-800 d.C. - hierro, edad clásica y Tardoantigüedad.
Sexta Caída - caída del Imperio Romano, ávaros, difusión del Islam y del Cristianismo.
Séptima Edad 800 d.C.-presente.
Séptima Caída ???? d.C. - ¿bioerror?, ¿guerra nuclear?, ¿insurrección robot?
Octava Edad ???? d.C. - ????