De eso se trata: de ser o no ser salvaje – Domingo Faustino Sarmiento, presidente de Argentina.
Como la eficiencia de un guerrero merma cuando su espada se oxida, de igual manera la carne de un turco se pudre cuando asume los hábitos de vida iranios — Mahmud al-Kashgari, cronista medieval de Asia Central.
La lucha entre la civilización y el barbarismo — o la opresión y libertad desde otro punto de vista — es tan viejo como la naturaleza de comunidad entre los hombres. El cazador montañés, el pescador de ríos y el recolector de frutos en las edades tempranas del hombre usualmente tuvieron vidas más sanas que los granjeros sedentarios. Pelear por mujeres y espacios de caza mantuvo la población baja, lo que aseguró que, relativamente por poco esfuerzo, se consiga comida y diferentes provisiones.
Claro que hubo algo de comercio y posiblemente las primeras jerarquías políticas en el mundo de los cazadores-recolectores, pero la escala de ambos estaba seriamente limitada.
En contraste, los granjeros pudieron aumentar los números de sus sociedades a millones, pero tuvieron que trabajar duro para mantenerlos. El suelo tenía que ser abonado, la hierba mala cortada, los animales salvajes auyentados, el agua almacenada, los cultivos cosechados y trillados, cribados y también almacenados. La vida del granjero era tediosa y opresiva — que se volvió más opresiva mientras los métodos de cultivo mejoraban. Los excedentes de la comida almacenada permitieron la aparición de sistemas sociales de extracción — las bandas de guerreros y los jefes tribales aparecieron para saquear, tributar o recaudar impuestos dependiendo del modelo social de la época. Aun así, la especialización que permitieron causó tanto el progreso social o tecnológico del momento, incluso si era lento o algunas veces retrocedía.
Aquel progreso conllevó a episodios periódicos de crecimiento poblacional que condujo la expansión de la civilización entre los milenios. Algunas veces los cazadores-recolectores lograron tener una posición mejor en detrimento a los granjeros, logrando subordinarlos y sintetizando sus culturas materiales, pero usualmente terminaban siendo rebasados. Para la Antigüedad Clásica, la frontera entre la civilización y la barbarie había cambiado en demasía. Más que granjeros contra cazadores-recolectores, era entre las más avanzadas sociedades agriculturales contra sociedades pastoralistas o agriculturales con menor avance.
Los herbívoros se encuentran en el nivel trófico por encima de las plantas, ya que tienen que consumir alimentos en lugar de crear los suyos propios. Por ello, las calorías de los cultivos es casi invariablemente superior al de los animales domésticos en la mayoría de las ecologías. Así pues, el pastoreo suele ser un uso de la tierra peor que la agricultura.
Sin embargo, en algunas condiciones ecológicas el pastoreo fue mejor que la agricultura. La estepa euroasiática, fría y azotada por el viento, era dura para los cultivos desarrollados para las tierras más soleadas de Oriente Próximo. Además, era llana y ofrecía pocas defensas naturales contra los asaltantes a caballo. En el cuarto y tercer milenio antes de Cristo, los nómadas indoeuropeos destruyeron las limitadas penetraciones de los pueblos sedentarios en la estepa occidental, iniciando así un ciclo de cuatro milenios y medio de invasiones bárbaras procedentes de la estepa para devastar las sociedades agrícolas sedentarias.
En otros lugares fue más típico que la tierra se vuelvan pastizales como consecuencia de la despoblación o un colapso civilizacional. Las devastaciones de Aníbal de Italia durante la Segunda Guerra Púnica no causó la recuperación de muchas de las áreas despobladas , sino en su conversión a tierras de pastoreo. Las abundantes tierras agrícolas que fueron cultivadas por la orden jesuita en lo que es ahora Colombia experimentaron una dura regresión tras la expulsión de la orden. Los sucesores de los jesuitas simplemente no dispusieron de la diligencia de mantener la infraestructura social y física que es esencial para la producción agricultural.
La destrucción provocada por Genghis Khan y las guerras de sus sucesores desvataron la infraestructura física de Irán y Asia Central. Las presas fueron destruidas, los canales bloqueados, y los qanats (acueductos en el mundo persa) colapsaron. La población disminuyó dramáticamente de las hambrunas resultantes, tal vez llegando al punto de enfriar al planeta ligeramente. El viejo orden brindado por la ley islámica fue barrido. En su reemplazo surgió un agresivo sistema de depredación. Los nómadas turco-mongoles mandaban y los campesinos iranios eran sus sirvientes. El barbarismo de los nómadas triunfó sobre la sedentaria y agricultural civilización perso-islámica.
El nuevo sistema de gobierno (cual su código fue conocido como yasa o törä ) poseía virtudes , siendo tal vez las principales lealtad y coraje. Los súbditos de un señor turco-mongol aunque tenían que ser leales a él eran también beneficiarios de patrimonio. Algunos de esos súbditos eran vasallos que por herencia pasaban de padres a hijos mediante la institución mongola del keshig — en esencia tanto una guardia real como también un grupo de altos oficiales. Otros súbditos fueron reclutados de los qazaqs, que eran bandidos glorificados que dejaban los pesos de la vida ordinaria para vivir peligrosamente en la periferia de la civilización (Los famosos cosacos de Ucrania y Rusia posiblemente tomaron su nombre de estos bandidos orientales).
Los señores turco-mongoles dieron tierras y riqueza a sus súbditos por sus triunfos — sean pequeñas escaramuzas o conquistas de regiones. Con una administración débil o inexistente , algunas veces la única opción que tenía un señor era redistribuir el botín y otorgar franjas de tierras lejanas. Aquellas franjas de tierra otorgadas fueron denominadas como «soyurghals» y eran exentas de impuestos, asegurando la lealtad de los caudillos militares pero reduciendo la cantidad de tierra que podía ser tasada por la administración del reino.
Los impuestos eran irregulares bajo el régimen de los turco-mongoles en Asia Central, lo que aseguraba que las finanzas del patrimonio real fuesen débiles. Eso causó tanto el entorpecimiento de la reconstrucción y desarrollo de la región como también el incentivo de la rebelión mediante el bandolerismo por soldados mal pagados. Muchos mandatarios turco-mongoles, viendo principalmente a sus súbditos iranios con desdén, les expoliaban sus riquezas para arreglar sus dificultades financieras. En el proceso, solo continuaban con el largo declive económico y demográfico de sus reinos.
Como consolidar su poder, figuras como el Shah Rukh y el Sultán Husain Bayqara buscaron un modo efectivo de dominar a sus díscolos vasallos. Ellos buscaban desarrollar sus tierras , regularizar sus finanzas , pagar soldados y crear instituciones islámicas que fueran sostén de su legitimidad. Lo último fue particularmente importante para Shah Rukh, quien recurrió a la ayuda de los ulemas de la escuela suní de jurisprudencia hanafí para enfrentarse al movimiento hurufí, considerados herejes. Descendientes de caudillos bárbaros, los dinastas timúridas de mediados del siglo XV en adelante envisionaron su nueva misión como civilizar su reino.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Claro ejemplo es como el mandatario timúrida, el Sultán Husain Bayqara contrató al iraní Khvaja Majd al-Din Muhammed Kvafi, parte de una familia importante de burócratas para asegurarse que «los campesinos prosperen, los soldados estén contentos y el tesoro se encuentre lleno». Majd al-Din trató lo mejor que pudo al ser otorgado por el sultán en reformar la recaudación de impuestos y la administración fiscal , lo cual lo volvió un igual en el rango de los nobles turco-mongoles que dominaban el reino. Se embarcó en un inicialmente exitoso programa de reforma burócratica y fiscal. Moralmente justificado como un retorno a los principios de gobierno islámicos frente a los hábitos barbáricos de los pueblos túrquicos.
Los logros de Majd al-Din en mejorar la administración de los dominios timúridas le ganó un abanico de enemigos entre la nobleza turco-mongola ya que sus medidas disminuían su tradicional influencia. Los modos burocráticos mas que los personales de administrar quitaron las oportunidades de corrupción y rompieron los contactos personales que la nobleza tenía con el monarca. La nobleza, indignada con el ultraje de Majd al-Din hacia su poder e influencia , empezó a conspirar en su contra. Fue exitosamente retirado de su cargo tras siete años de servicio bajo acusaciones de corrupción. Nobles poderosos como Alishir, usaron su influencia para evitar que pueda retomar su cargo hasta 1487. Para aquella fecha, la crisis fiscal llegó a un punto tan bajo que las reformas eran inevitables.
Siguiendo las tradicionales doctrinas perso-islámicas de justicia, Majd al-Din tuvo la habilidad de exitosamente reformar la política fiscal en su segundo período en el cargo. Incluyó los soyurghal para ser recaudados, regularizó los pagos de salario a soldados y burócratas , y purgó agentes de la nobleza acusándolos de corrupción. Su exitoso segundo período en el tesoro irritó otra vez a la aristocracia turco-mongola , que por segunda vez conspiraron contra él. Lograron enjuiciarlo , con la particularidad de hacerlo en una corte yargu bajo la costumbre mongola que una corte sharía islámica.
Los esfuerzos de Majd al-Din de centralizar la muy descentralizada monarquía timúrida fueron enormemente revertidos tras su segunda caída. Los nobles rechazaron a los recaudadores de impuestos del Sultán Husain Bayqara de viajar a sus tierras y la corrupción volvió a dejar el tesoro vacío. El desarrollo tuvo que avanzar de otra manera.
Los timúridas, incapaces de dominar a la rebelde aristocracia turco-mongola , decidieron volcar sus esfuerzos a las tierras que administraban directamente. Las áreas en las cuales existían santuarios religiosos fueron desarrolladas y favorecidas para ganar un flujo constante de ingresos de los peregrinos y también en solidificar la legitimidad del monarca. Los canales fueron limpiados y las líneas de irrigación excavadas, permitiendo el desarrollo de la agricultura y que los peregrinos sean alimentados. Sin embargo, el desarrollo se logró en parte mediante el habiz o waqf (donaciones inalienables de acuerdo al islam) que algunas veces eran difíciles de recaudar. Eso causó que los nuevos avances no arreglen la debilidad administrativa.
El ocaso de los timúridas causado por los uzbecos y safávidas al comienzo del siglo XVI. Su dinastía terminó muy habituada a la vida urbana, siendo sus miembros incapaces de organizar y liderar ejércitos como sus fundadores nómadas lo hicieron dos siglos atrás. Su administración débil también imposibilitó la formación de tropas profesionales que pudieron haberlos permitido aguantar.
Los timúridas no fueron los únicos que tuvieron que lidiar con el dilema de la civilización o la barbarie. ¿Debería una dinastía de conquistadores permitir una excesiva autonomía y mayores riquezas por su lealtad? ¿Incluso si eso implica un gobierno confederado en la práctica y unas débiles finanzas para el monarca? ¿O debería consolidar su autoridad , asegurar sus finanzas y gobernar mediante una burocracia que se vuelve la causa de la erosión de su natural soporte en la casta militar? La nobleza reaparece en diferentes momentos de la historia por una razón después de todo. Un mandatario necesita amigos fuertes que pueden brindarle gente capaz de luchar en su hora de necesidad.
Richard Hovannisian y sus coautores implícitamente argumentan que la primera posición es más robusta en términos históricos. Los armenios descienden parcialmente de un grupo de refugiados de la estepa que huyeron de una derrota de las manos de los pueblos indo-iranios (en el siglo XXVI o XXV antes de Cristo) a su ubicación actual , en el otro lado, el sur de las montañas del Cáucaso. La montañosa y empinada geografía del Cáucaso sur permitió la supervivencia de numerosos grupos tanto antiguos como actuales. Y claramente impidió alguna suerte de centralización política.
Los armenios en su historia temprana (El último milenio antes de Cristo y el primer milenio después de Cristo) fueron dominados por su aristocracia najarar aunque existía un monarca nominal. Los najarares tenían familias numerosas y trabajaban duro para mantener sus tierras como patrimonio familiar. Por eso mismo, raramente se extinguieron. Mantuvieron sus propias tropas y hasta apoyar su propia elección religiosa hasta que los zoroastrianos fueron derrotados y retrocedieron de vuelta a Persia.
Durante las terribles luchas entre los romanos y persas en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo, Armenia fue duramente maltratada. Sus tierras fueron devastadas repetidas veces, sus nobles y personas migraron a imperios más seguros , y los griegos y persas amenazaban en absorberlos culturalmente. No obstante, los armenios aguantaron gracias a su sistema descentralizado. Un najarar podría convertirse en griego o persa, siendo barridos junto a su familia, pero otros najarares sobrevivirían. Y de ellos Armenia se regeneraría. De las derrotas se podían persistir.
Lo que logró devastar a Armenia fue la centralización. El ascenso de la dinastía macedonia (867-1056 d.C.) en el Imperio Bizantino reavivó las esperanzas del hasta entonces moribundo imperio y condujo a una renovada expansión territorial. A lo largo de los siglos X y XI, los bizantinos utilizaron su fuerza militar y su riqueza para engullir gradualmente los principados armenios. Cuando en teoría seguían siendo independientes o autónomos bajo el dominio bizantino, la nobleza aún podía organizar milicias locales para defender Armenia de los invasores turcos del este.
Los bizantinos sustituyeron la antigua administración najarar por su forma centralizada y burocrática de administración tras anexionarse formalmente la mayor parte de Armenia en el siglo XI. Los nobles y el clero fueron atraídos o trasladados al oeste por los bizantinos, lejos de las comunidades que habían guiado durante tanto tiempo. Las milicias armenias locales fueron disueltas. Como resultado, los muchos poderes de Armenia fueron sustituidos por uno solo, y ese único poder se rompió para siempre en 1071 en un lugar llamado Manzikert. Algunos armenios resistieron en las montañas, pero en general fueron barridos por los nómadas turcos.
El sistema descentralizado de los najarares de Armenia había resistido a hunos, ávaros, persas, romanos y árabes. Su centralización bajo los bizantinos no le permitió soportar ni una sola invasión de los turcos.
Los timúridas cayeron porque perdieron su belicosa actitud de bárbaros de las estepas al tiempo que fracasaban en su intento de construir un Estado agrícola fuerte. Los armenios fueron arrasados porque el imperio centralizado del que pasaron a formar parte provocó la atrofia de su estructura política y su sociedad. La América española cayó porque el Estado que antaño había sido un valioso mediador entre sus lejanos súbditos se transformó en un Estado burocrático alienante.
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NOTA DEL TRADUCTOR: Aunque el argumento matriz de Nemets no es de por sí malo — que el imperio español colapsó por una tendencia burocratizante es cierto pero sus orígenes son más complejos. Los conquistadores a pesar de si tener encomiendas y que sus familias gozaron de amplio prestigio comenzaron a disputarse entre ellos gobernaciones, lo cual causó las guerras de encomenderas, inauguradas por el magnicidio a Francisco Pizarro y que causó por primera vez que la corona se preocupe en nombrar virreyes. Otro factor de impacto fue la introducción de las leyes de las Indias, que prolongó el conflicto hasta Felipe II. Los Borbones a pesar de ciertas medidas poco prudentes en el siglo XVIII , mayormente propulsadas por Carlos III, fueron un ente estabilizador para la interacción de la burguesía y los criollos. Llegando muchos criollos a ser miembros importantes de la corte de Carlos III, Carlos IV o Fernando VII. Sea el ejemplo de Pablo de Olavide, ilustrado también limeño, o Blas de Ostolaza, confesor de Fernando VII. Y como no olvidar el caso del noble neogranadino Joaquín de Mosquera y Figueroa, que perteneció al consejo de regencia de Fernando VII bajo su cautiverio con Napoleón, o finalmente de Jose Miguel de Carvajal, duque de San Carlos, limeño que llegó a ser mayordomo real.
Lo que si equipara la tesis de este artículo con la realidad es que la constitución de 1812 se puede notar como un impulso burocratizante contra el imperio español, al buscar destruir su naturaleza de autonomías por una aparente unificación, falaz al implicarse ya. Y ciertamente hay muchos presentes, tanto en el descuido Habsburgo como ciertas medidas poco adecuadas de Carlos III y Carlos IV.
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Al principio, los conquistadores y sus sucesores vivieron y gobernaron en América con gran autonomía. La corona les concedió encomiendas, zonas en las que gobernaban a los lugareños a su antojo (a veces cruel, a veces bondadoso). Sólo se vieron limitados por la injerencia de la Iglesia católica y las audiencias, tribunales muy respetados y muy influidos por los criollos locales.
Con el paso del tiempo, el gobierno español fue centralizando su autoridad. Los abusos de las encomiendas eran demasiado conocidos para ser ignorados, por lo que el sistema fue eliminado tras la rebelión de José Gabriel Condorcanqui y reemplazado por las intendencias. No obstante, la mala gobernanza del siglo XVII condujo a una política de facto equivalente a la «indiferencia saludable» de la América colonial, que beneficiaba a los criollos, que podían gobernar en gran medida sin ser molestados. Esto cambió con la instauración de la dinastía borbónica en el trono de España.
Descendientes de los reyes de Francia, los Borbones trajeron consigo a España el absolutismo francés. Sus reformas en la segunda mitad del siglo XVIII pretendían mejorar la administración, aumentar los ingresos fiscales y financiar las defensas. Consiguieron los tres objetivos, pero al hacerlo socavaron la estabilidad de su imperio colonial.
El anterior sistema de gobierno colonial español contaba con corregidores y audiencias que, en teoría, debían ser representantes imparciales del rey, pero que en la práctica eran dirigidos por locales muy parciales y corruptos. Las reformas borbónicas introdujeron una administración colonial más centralizada de intendencias. Cada intendencia tenía el tamaño de varios corregimientos y acercaba mucho más la autoridad real a los súbditos.
Tanto los intendentes como los oidores (jueces) de audiencia fueron elegidos en función de su origen europeo y no criollo, con el fin de restablecer la imparcialidad y reducir la corrupción. Fue una medida muy eficaz, que incrementó los ingresos coloniales en cerca de un tercio. Los corregidores estaban incorregiblemente enredados en la política local y la corrupción, mientras que los intendentes actuaban con relativa imparcialidad.
La imparcialidad irritó a los criollos, cuyas oportunidades de corrupción a costa del erario público se redujeron. También se redujeron sus posibilidades de ascenso en la burocracia colonial. Los nuevos impuestos, aunque bajos, les dejaron un amargo sabor de boca. Una muestra de ello fue la notable disminución del número de niños en las colonias americanas que llevaban el nombre del virrey local. Al final, varios criollos aprovecharon el caos que reinaba en España tras la invasión napoleónica para declarar la independencia.
Podía ser útil tener bárbaros al servicio de un Estado, vinculados por la costumbre y el equilibrio más que por la burocracia. Los lazos invisibles que les unen a su gobernante pueden no ser lucrativos, pero a menudo eran necesarios para la capacidad de una nación de soportar graves sobresaltos. Se desconoce hasta qué punto esto es cierto hoy en día.